Días de Webaregia y un poco de magia en las calles.



El día de por si pintaba raro. Tarde de inicio de año, pero con un sol bastante picoso. De esos en los que si estas en la sombra te da frío y si estas en el sol te quema cabrón.
Aún tenía un par de días libres, por lo tanto no me apuraba demasiado levantarme tarde. Había decidido no ponerme horarios en estos pocos días de “libertad”. Dormir y levantarme cuando se me diera mi santa y rechingada gana. Desafortunadamente los días me resultaron demasiado cortos; apenas despertaba y unas cuantas horas después oscurecía.

Pasaron varios días para decidir salir de mi cueva. Las necesidades humanas. Ya saben, comprar provisiones, salir a la lavandería, realizar algún tramite bancario que en tu días laborales pospones por falta de tiempo. En fin. Tuve que robar un poco de tiempo a mi webaregia, convivir con el mundo con el que pocas ganas tenía de hacerlo. Afortunadamente hay perros callejeros que enriquecen estos paisajes invernales semidesérticos.
Terminé mis pendientes a pesar de que todo el día manejé a una máxima de 50 km/h, lento, suavecito, como si me deslizara en slow motion, con un efecto así muy cinematográfico. Todo aconteciendo a velocidad normal, menos yo. Monterrey y su maldito ritmo bien recio todo. Monterrey hipertenso, pulsando, latiendo a mil por hora. Infártate si quieres cabrona ciudad apurada, yo no tengo prisa, le dije mientras conducía por el carril de baja y le subía el volumen a una rola de los Red Hot Chili Peppers.
Tenía chingos de hambre. Había desayunado solo un pinche licuado a las once de la mañana. Eran las cuatro y media y la panza me reclamaba con unos rugidotes bien cabrones.
Me estacione en el Dominos Pizza pero solo llegué a la puerta y me regresé. Demasiada gente. Lo que menos quería era eso. Quería un lugar menos concurrido. Decidí caminar por los alrededores a ver que había. Por fin mis ojos se toparon con un camioncito de esos que están de moda, Food Truck. Vendían tortas de todo tipo y lo mejor de todo es que no había nadie. Pedí una de pierna de marrano (si, si, puerco mbe, ya sé).
Sirvieron mi pedido y les juro que apenas di la primer mordida para disfrutar ese manjar. Di el trago a mi refresco y en ese time lapse de la comida deslizándose por mi traquea. (recuerden que todo esto es en slow motion ya que así estaba programado ese día) Dejo la botella en la barrita del camión, parpadeo(aquí un close up a mi ojos cafés) ¡Pum! todo alrededor lleno de gente pidiendo tortas.
“Me da una de pierna, yo una de carnes frías, a mi una de milanesa para llevar, (Todo esto a velocidad vertiginosa, velocidad regia, digámoslo así)
Putísima madre pensé. No mamen pues no estaban todos en las pizzas?
Seguí comiendo, ya encabronado, encerrado en mi puto mundo slow, tratando de ignorar lo que pasaba  a mi alrededor.
Mordida a mi torta, trago a mi coca, Monterrey speed vete a la verga.
En mi propio trance estaba, cuando entre toda esa averiguata norteña escuche algo así como “libro”.  Me dije naaa quien va a hablar de libros en estos tiempos.
Seguí comiendo lento, pausado. Mordida a mi torta, trago a la coca. El bla bla bla seguía en el fondo, a lo lejos. Yo le baje el volumen en mi interior para escuchar solo lo necesario, por seguridad ya saben. No vayan a estar planeando clavarme un cuchillo estos cabrones barbaros y nel conmigo se la pelan.
“cine” fue la siguiente palabra que mi subconciente en alerta captó. Sentí de nuevo esa sensación. Subí un poco el volumen a mi receptor sensorial ya con algo de interés. Pude identificar la voz del que me preparo la torta, otra era una voz media chilanga fresona y otra voz con marcado acento de acá, osea regio.
Me decidí a volver la vista ya cuando escuche que hablaban de Kubrick.
 Ó si EL Resplandor. Me sorprendí interactuando con el grupo. Naranja Mecánica seguí diciendo.
La conversación estaba chingona. Un taxista, el tortero, un chilango vestido de payaso y un policía que regresaba de trabajar, ah y yo el metiche.
De cine la conversación pasó a la literatura. Borges y un cuento con tintes de narrativa descriptiva nos ilustro el payaso chilango. El policía hablaba de su amor por el Gabo y su gran contribución a la literatura y al realismo mágico, el taxista decía que el había leído que el Gabo hizo una gran contribución a ese genero pero que ese rollo venía de mas atrás y que bla bla bla.
Ya para este momento el tortero solo escuchaba por que estaba atendiendo el puesto y gritaba “Hablen mas fuerte pa oírlos compa!”
El Payaso chilango sonrió al escucharlo, para después contribuir con un rollo mamila de surrealismo y sus elementos oníricos en ese mentao genero del Gabo. Yo para esto ya había terminado mi torta y disfrutaba de la conversación.  El Taxista se despidió;  Bueno bueno ya estuvo hay que darle una chinga si no, no sale pa la renta.
El Poli pagó su cuenta y también se despidió. El payaso chilango dijo. Que chido tener platicas así en la calle, y también se fue. El tortero que aún estaba en chinga, me cobro la cuenta, “Que onda compa estuvo buen la torta?” 
Yo tenía una sonrisota; Nambre compa no estuvo buena, estuvo con madre!
Me subí a mi carro pensativo. No quería salir y mira lo que me regala la calle. Mi bendita calle y su magia. Aunque viéndolo bien como dije en un principio de este relato. “Siempre hay perros callejeros que enriquecen este paisaje” Yeaaa!